CHE JALIL, CHE SAADI, CHE CORPACCI: FABRICANTES DE MISERIA Y DUEÑOS DEL SAQUEO

Una denuncia sin filtros, escrita con la voz de los que ya no aguantan más. Este artículo expone con nombres, hechos y verdades el entramado de corrupción que hundió a Catamarca durante décadas. Jalil, Saadi y Corpacci —tres apellidos que no representan el progreso, sino el saqueo, la impunidad y el abandono. Mientras el pueblo sobrevive entre la pobreza y el olvido, ellos construyen poder y fortuna. Esta vez, no van a poder mirar para otro lado. La verdad se escribe sin permiso.

Política 15/06/2025Redacción Realidad CatamarcaRedacción Realidad Catamarca
JALIL CORPACCI SAADI

Catamarca sangra. Llora. Aguanta. Y, aun así, resiste. Pero también recuerda. Porque a la miseria no la trajo el viento. A la pobreza no la generó la sequía ni la geografía. A esta tierra la empobrecieron quienes, durante años, se sentaron en los sillones del poder con una sonrisa cínica mientras tejían, en las sombras, los hilos del saqueo.

Y sí, hay que decirlo con todas las letras: Raúl Jalil, Gustavo Saadi, Lucía Corpacci. Ustedes no son sólo políticos. Ustedes son nombres propios del empobrecimiento. Son apellidos firmantes del contrato de decadencia que mantiene a Catamarca sumida en el atraso. Son, en definitiva, los rostros visibles de un sistema diseñado no para construir, sino para robar.

Mientras más del 55% de los catamarqueños vive bajo la línea de pobreza, Jalil invierte más de 61 mil millones de pesos en una obra que favorece directamente a tierras de su familia. ¿Casualidad? No. Cinismo. Y de los peores. De ese que se pavonea en actos oficiales, que corta cintas con la cara llena de orgullo, mientras los hospitales públicos agonizan sin insumos, las escuelas se caen a pedazos y los comedores escolares apenas alcanzan a servir un plato al día. Jalil sonríe, y esa sonrisa es la fotografía perfecta de una clase política que ya ni siquiera se esconde. Porque en su gobierno, la transparencia no existe: en el Ministerio de Salud se reparten contratos a dedo, se favorece a familiares, se construye una red de negocios con la salud pública como moneda de cambio.

Pero no es el único. Lucía Corpacci, esa figura que supo venderse como "la esperanza peronista", también carga con el peso de promesas rotas y gestiones opacas. Durante su mandato, florecieron las adjudicaciones sin licitación, se multiplicaron los contratos direccionados y los grandes anuncios terminaron, una y otra vez, en fracasos estrepitosos. ¿El ejemplo más claro? El estadio que fue mal administrado, símbolo de la Catamarca que iba a renacer, colapsó en cuestión de años. Se pagaron obras eléctricas que jamás se concretaron, y los hospitales –los mismos que ella prometió recuperar– continuaron funcionando como trincheras del abandono. ¿Y qué hizo Corpacci? Se protegió en el silencio, se blindó con pactos, y se convirtió en la garante silenciosa del saqueo.

Y están también ellos, los que nunca se fueron: los Saadi. Ramón, Vicente, Alicia, Gustavo. Una dinastía que transformó a la política en una herencia familiar, y a Catamarca, en su feudo personal. Desde los años del encubrimiento del crimen de María Soledad Morales hasta la escandalosa asamblea trucha que colocó a Alicia como senadora, el apellido Saadi es sinónimo de impunidad. Es la historia viva del clientelismo, del apriete silencioso, de las obras que se presupuestan pero no se hacen, de los favores que se cobran en votos y en miedo. Catamarca votó por ellos no por convicción, sino por falta de opciones. Porque cuando todo el aparato está cooptado, el pueblo queda atrapado entre la resignación y la rabia.

Y esa rabia crece. Porque mientras ustedes viven rodeados de lujos, de asesores, de choferes, de viáticos, el pueblo ya no sabe cómo sobrevivir. ¿Cómo explican que haya niños que no comen ni una sola vez al día? ¿Cómo justifican los sueldos de miseria? ¿Cómo pueden dormir sabiendo que cada ambulancia que no llega, cada médico que no está, cada insumo que falta, es una decisión política que ustedes tomaron? Porque sí, ustedes no son víctimas del sistema. Ustedes son el sistema. Y ese sistema está podrido.

Este texto no es un capricho ni una exageración. Es un espejo. Es una crónica cruda, necesaria y dolorosa de una realidad que muchos prefieren callar. Es la voz que no se compra. Es el grito que no se silencia con pauta. Es la prueba de que todavía hay quienes escriben sin pedir permiso.

Vamos a decir sus nombres todas las veces que haga falta. Vamos a mostrar cada obra fantasma, cada testaferro disfrazado de empresario, cada licitación amañada, cada contrato que lleva la firma del despojo. Porque el pueblo ya no quiere más pan para hoy y hambre para siempre. No quiere más relatos. No quiere más familia política gobernando como si la provincia fuera su finca privada.

Catamarca va a despertar. No por odio, sino por dignidad. No por venganza, sino por memoria. Porque ya no se puede vivir agachado. Porque hay generaciones enteras que merecen algo mejor. Y cuando ese despertar llegue, no habrá pacto, ni fiscal amigo, ni tapa de diario, ni jueces encubridores que puedan detener la verdad.

Y esa verdad, tarde o temprano, los va a alcanzar.