El Estado te quiere sumiso. Porque el que obedece, no reclama

En esta primera entrega de “Realidad vs Ficción”, abordamos cómo la expansión del Estado, lejos de garantizar libertad o progreso, puede convertirse en una forma sutil de sometimiento. A través de referentes como Hayek, Friedman, Rand y Rothbard, analizamos el impacto de la dependencia estatal sobre la cultura, la autonomía individual y el pensamiento crítico, con especial foco en la realidad catamarqueña. Un llamado a despertar, educarse y recuperar el protagonismo personal en una sociedad que premia la obediencia.

Realidad vs Ficción20/07/2025Redacción Realidad CatamarcaRedacción Realidad Catamarca

Empresa Fúnebre Viviana Nieto

A lo largo del tiempo, el vínculo entre el ciudadano y el Estado se ha desfigurado. Lo que alguna vez fue pensado como una herramienta para facilitar la vida en sociedad, hoy muchas veces se transforma en un mecanismo de control, administración forzada y obediencia sistemática.

En provincias como Catamarca, donde el empleo público representa más del 50% del trabajo registrado y la dependencia económica del aparato estatal es parte del paisaje cotidiano, no estamos ante un problema solamente económico: estamos frente a una configuración mental, emocional y cultural.

El Estado no es neutral. No espera pasivamente. Avanza, ocupa, absorbe. Cuanto más dependas de él, menos margen vas a tener para decidir tu vida. No se trata simplemente de un uso indebido del poder: se trata de una estructura que, por su propia naturaleza, tiende a expandirse y a suplantar la autonomía individual.

En ese contexto, la ciudadanía pierde protagonismo. Las decisiones personales quedan subordinadas a lógicas políticas. El mérito es reemplazado por el favor, la iniciativa por la espera, y la responsabilidad por la obediencia.

Los regímenes de dependencia no necesitan ciudadanos con pensamiento crítico. Necesitan personas adaptables, previsibles, moldeables. Por eso se recompensa la obediencia y se castiga la autonomía. Lo cómodo no educa. Lo fácil no fortalece. En lugares donde el esfuerzo ya no vale, el deseo de superarse se vuelve sospechoso.

Friedrich Hayek lo advirtió con claridad en Camino de servidumbre: cuando el Estado asume el rol de planificador absoluto, inevitablemente limita la libertad individual. No por maldad, sino por diseño. “La planificación económica centralizada”, decía, “lleva inevitablemente a la pérdida de libertad política”.

Milton Friedman fue igual de directo: “Un gobierno que tiene el poder de darte todo lo que querés, también tiene el poder de quitarte todo lo que tenés”. Para él, el crecimiento de lo público no era progreso, sino advertencia.

Ayn Rand, desde una filosofía basada en la responsabilidad individual, fue más profunda aún: “El hombre que no se pertenece, que vive bajo reglas que no elige, no es libre: es parte de una maquinaria”. Y en esa maquinaria, la dignidad se vuelve un lujo.

Murray Rothbard, máximo exponente del libertarismo radical, describía al Estado como el monopolio legalizado de la coerción. No existe sin imponer, y cuanto más crece su función, más se reduce el margen de acción de las personas.

Este no es un llamado a la rebeldía vacía, ni a la negación de toda forma de organización. Es un llamado a reconstruir el carácter individual en una sociedad acostumbrada a delegar su libertad. Educarse. Pensar por cuenta propia. Asumir la responsabilidad de lo que sí se puede cambiar. Porque la libertad no es solo un derecho político: es una actitud que se entrena, se cultiva y se defiende todos los días.

Cuanto más consciente seas de tu valor, menos necesitarás que te lo reconozcan desde el poder. Cuanto más entiendas que el Estado está para servirte —y no al revés—, más claro vas a tener tu rol como ciudadano libre, y no como cliente del sistema.

En Catamarca y en todo el país, hay una pregunta que no se puede seguir postergando:
¿Queremos un Estado presente, o una ciudadanía fuerte?

La presencia del Estado no es el problema si se mantiene en sus límites. El problema comienza cuando reemplaza el esfuerzo personal, el pensamiento crítico y el mérito como motores de desarrollo.

La libertad no se exige. Se practica.
Y si no te la dan, empezá por no entregarla.

Empresa Fúnebre Viviana Nieto

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