
Porque el peronismo gobierna 25 municipios desde hace décadas y ganó las últimas cuatro elecciones para gobernador
Catamarca no es pobre por casualidad. No es el resultado de una mala jugada del destino. Catamarca es pobre porque así lo decidieron quienes gobiernan hace más de dos décadas. La pobreza no es una consecuencia, es un plan, un modelo de control político.
La gente aprendió a culpar siempre al presidente. Y mientras tanto, en silencio, los mismos intendentes gobiernan pueblos enteros desde hace veinte años, los mismos apellidos se heredan los cargos, los mismos caudillos administran la provincia. Esa es la trampa, mientras miramos hacia arriba, el feudo se fortalece en el barrio.
El mapa lo demuestra, son 16 departamentos, 36 municipios. El peronismo controla 25. En las últimas cuatro elecciones a gobernador, ganó el peronismo. Primero Lucía Corpacci, después Raúl Jalil. Catamarca no conoce alternancia desde 2011. Catamarca no vive en democracia vibrante, sino en continuidad maquillada de elecciones.
¿Y qué nos dejaron? Una provincia cuyo presupuesto provincial se devora a sí mismo, setenta de cada cien pesos se gastan en sueldos de un Estado obeso y cansado. Municipios chicos donde el 90% del dinero se destina a pagar planillas salariales, sin margen para cloacas, calles, agua potable. Un gobernador que intentó otorgarse a sí mismo y a sus ministros una caja negra de cien millones de pesos mensuales, hasta que la indignación lo obligó a dar marcha atrás. Contratos multimillonarios direccionados a empresas de familiares. Nepotismo como norma.
El resultado está a la vista, calles rotas, hospitales sin insumos, escuelas caídas, barrios que todavía esperan agua limpia. Y, sin embargo, cada tanto, un bolsón de comida, un plan social, una promesa de dos cuadras de asfalto. Es la perfección del clientelismo, mantener a la gente en la miseria para que agradezca las migajas. La pobreza es la cadena, el clientelismo es el candado.
La filosofía lo explica desde hace siglos. Maquiavelo advertía que el príncipe gobierna mientras el pueblo acepte ser gobernado. Rousseau recordaba que el hombre se encadena a sí mismo. En Catamarca, esas ideas se encarnan a diario, no hay libertad donde la subsistencia depende de la dádiva del intendente, no hay dignidad donde el voto se negocia por una bolsa de alimentos.
Los datos son fríos, pero detrás hay vidas enteras condenadas. 25 intendencias peronistas. 4 gobiernos peronistas consecutivos. Presupuestos ahogados en salarios. Obras que nunca llegan. Familias que nunca progresan. El verdadero problema está acá, en casa. En tu cuadra, en tu municipio, en tu provincia.
El marketing político nos entrenó para indignarnos con la Casa Rosada y callar frente al municipio. Nos enseñó a aplaudir al intendente que nos deja en la miseria. Ese es el hechizo que hay que romper. Porque el cambio empieza en el barrio. Es decirle NO a tu intendente que no te da cloacas. No es “la crisis”, es tu gobernador que reparte la riqueza como si fuera suya.
Catamarca tiene litio, oro, cobre, agua, historia y cultura. Tiene todo para ser potencia. Pero hoy es un feudo pobre sentado sobre riquezas. Y lo seguirá siendo mientras el pueblo agache la cabeza.
El día que el catamarqueño deje de pedir favores y empiece a exigir cuentas, el día que mire a su intendente a los ojos y le diga “mostrame dónde va mi dinero”, ese día Catamarca dejará de ser pobre.
Hasta entonces, la pregunta seguirá latiendo, con rabia, con bronca, con dolor:
¿Por qué Catamarca sigue siendo pobre? Porque el peronismo gobierna 25 municipios desde hace décadas y ganó las últimas cuatro elecciones para gobernador.