El aparato ganó una batalla, la libertad no perdió la guerra

El domingo en Buenos Aires el peronismo festejó un triunfo que en realidad expone la decadencia del sistema. Axel Kicillof se impuso con el 47,3% frente al 33,7% de La Libertad Avanza. A primera vista parece un resultado aplastante, pero si miramos bien, la historia es otra, la participación apenas llegó al 61%, una de las más bajas de la historia reciente, y el voto en blanco se duplicó. Es decir, hubo millones que no eligieron al peronismo ni tampoco se animaron todavía a dar el paso hacia la libertad.

El resultado no fue una victoria de ideas, fue la demostración de que el aparato clientelar todavía tiene fuerza para movilizar miedo y dependencia. El peronismo no sumó apoyo, simplemente administró la pobreza y el temor a perder los favores del Estado. Ganaron porque jugaron en su territorio, no porque convencieron a la sociedad.

Milei, sigue siendo la única opción de cambio real. Suspendió viajes internacionales para concentrarse en la política y mantuvo intacto su rumbo económico, equilibrio fiscal, ajuste a la política y pelea contra la casta. Esa coherencia es lo que lo diferencia de los que reparten promesas vacías.

El lunes, los mercados fueron más claros que cualquier analista, la Bolsa se desplomó más del 12%, los bonos cayeron hasta 9% y el peso se devaluó. El mundo entiende lo que los bonaerenses todavía no terminan de ver, cada vez que el peronismo gana, la Argentina pierde.

La elección del domingo no fue el fin de nada. Fue apenas una batalla en un territorio difícil, donde el aparato se impuso sobre la voluntad de cambio. Pero la libertad no perdió la guerra: sigue en pie, representada por millones de argentinos que saben que este modelo peronista, populista y clientelista está agotado, no tiene futuro. El desafío es enorme, pero la historia demuestra que los pueblos despiertan. Y cuando eso sucede, ninguna maquinaria alcanza para detenerlos.